La exposición reúne más de 200 obras (esculturas, objetos en tres dimensiones y documentos tales como tarjetas de invitación, carteles, catálogos).
el universo de charles ratton, entre curiosidad y erudición
La exposición se abre con la reconstitución del despacho de Charles Ratton. Tratado como un gabinete de curiosidades, este primer espacio nos muestra las obras de arte que rodeaban a Charles Ratton en su oficina en su vida cotidiana. Esta sección también reúne sus apuntes y croquis que ponen de manifiesto su método de trabajo extremadamente preciso. Objetos de diferentes procedencias geográficas (Extremo Oriente, África, Oceanía, etc.) y temporales (Antigüedad, Edad Media) resaltan la diversidad de sus adquisiciones, así como su relación con los surrealistas, entre los que figuran Tristan Tzara, Roland Tual y Paul Éluard.
El marchante de los surrealistas y la actividad en estados unidos
Desde la década de 1920, Charles Ratton se postula como el conocedor de culturas menospreciadas y desconocidas creando la figura del marchante erudito. Desarrolla una red de compradores y de prestamistas en la que los grandes aficionados adinerados se codean con artistas de vanguardia y poetas surrealistas pobres.
Muy rápidamente, Charles Ratton entiende que no basta con ser el primero en París, sino que hay que ser internacional e implantarse en Estados Unidos. Por último, utiliza todos los medios de comunicación modernos: la prensa, la fotografía y el cine. En esta sección, el visitante descubre a Charles Ratton a través de las exposiciones y las ventas en las que participó, tanto en Francia como en Estados Unidos.
charles ratton y el arte bruto
Desde que se conocieron en 1944 hasta finales de 1950, Ratton y Jean Dubuffet se ven y se escriben a menudo. Ratton presenta a Dubuffet a Pierre Matisse, quien lo introduce en Estados Unidos. Lo inicia en la escultura africana y le muestra obras de «locos». Su papel es fundamental en la invención de la noción de «arte bruto», y en la creación de la Compagnie de l'Art Brut que cofunda en 1948 con André Breton y Henri-Pierre Roché. Hace que se una a ella Georges Henri Rivière y uno de sus grandes coleccionistas, el barón Éduard von der Heydt. Una parte de la correspondencia entre Charles Ratton y Jean Dubuffet se expone en esta sección.
después de la guerra
Después de la guerra, Charles Ratton, que había permanecido en París durante la Ocupación, retoma contacto con los surrealistas que volvieron de su exilio americano y continúa su actividad de marchante internacional. Se le considera entonces como la referencia suprema en materia de arte de África y Oceanía y por la galería de la calle Marignan pasa todo el mundo, desde los aficionados hasta los estudiosos. Hasta finales de la década de 1970, a pesar de su edad y de la aparición de una nueva generación de marchantes ambulantes, se mantiene en primera línea y participa en el triunfo, pero también en el encarecimiento de objetos que cada vez más son considerados obras maestras del patrimonio mundial.
el misterio, a pesar de todo
En los años 1980, Charles Ratton desea ofrecer lo mejor de su colección al museo del Louvre. No obstante, la institución solo abrirá sus puertas a las artes extraoccidentales 20 años más tarde, después de rechazar en reiteradas ocasiones las donaciones del marchante.
Si bien Charles Ratton contribuye a dar a conocer algunos aspectos de la creación artística extraoccidental y, en particular, las artes de corte, la naturaleza de la relación que mantenía con los objetos sigue siendo un misterio. Preocupado por preservar la memoria, pero también por controlar su imagen, Ratton fotografía cada objeto que pasa por sus manos. Hay uno del que nunca se separa y que podría ofrecer algunas claves para interpretar los lazos que mantenía este coleccionista con el arte: esta obra representa a un hombre sentado, que permanece inmóvil mientras su cabeza es engullida por una víbora cornuda.
Obra inusual, sin duda realizada para los europeos, y que encarna la discreción y el secreto de un hombre que nunca quiso revelar nada de su trayectoria ni de su actividad. Extraña y contradictoria, expresión de la depredación y del devoramiento, la obra puede ser interpretada como un reflejo distorsionado de la relación que mantenía Charles Ratton con el arte y el mercado: apasionada, en ocasiones, cegadora, pero siempre controlada y cargada de emociones.