Articulada en tres grandes secciones —el orden imperfecto, el dominio del desorden y la catarsis—, la exposición analiza el concepto de desorden a través de las diferentes formas de negociación empleadas para contenerlo.
La exposición se interesa por las figuras del desorden, inscritas en el panteón de nuestras creencias y culturas, desde Dioniso a Set Tifón, y por los técnicos, chamanes y otros intermediarios llamados aquí «Maestros del desorden», encargados de las negociaciones con las fuerzas del caos. En este compromiso permanente entre turbulencia y razón, los ritos son el modo preferido de negociación con las fuerzas que gobiernan las sociedades humanas. Paralelamente a estos rituales sagrados, las fiestas, bacanales, carnavales o fiestas de los locos parecen ser el otro medio, profano, que autoriza el desencadenamiento de las pulsiones transgresoras.
Los maestros del desorden presenta objetos, trajes y representaciones procedentes de las grandes colecciones antropológicas, pero también obras de artistas contemporáneos como Annette Messager, Jean-Michel Alberola o Thomas Hirschhorn.
Itinerario de la exposición
La exposición se organiza en torno a tres grandes ejes: el desorden en el mundo, el dominio del desorden y la catarsis. Las instalaciones de los artistas contemporáneos (Thomas Hirschhorn, Anne Charlotte Finel, Annette Messager, Jean-Michel Alberola,etc.), que traducen a un lenguaje contemporáneo los signos y comportamientos de los que pensábamos habernos liberado, escenifican o introducen cada sala temática.
El desorden en el mundo
Nada más entrar, los globos tumefactos de Outgrowth, obra de Thomas Hirschhorn, dan una idea del desorden en el mundo.
El dominio del desorden
El rito es el modo preferido de negociación con las figuras del desorden. Se celebra para comunicarse con los poderes que gobiernan las sociedades humanas. Es un esfuerzo realizado para dominar los infortunios, los desequilibrios personales, sociales o ecológicos y su único objetivo es la armonía social y el mantenimiento del orden natural.
Pero, en la mayor parte de los regímenes animistas, los agentes del infortunio son seres de otro mundo, y debe existir un intercesor, especialista de lo sobrenatural, que actúe de mediador entre estos dos polos. Negocia con sus aliados, los espíritus multiformes de naturaleza variable, genios antropomorfos o avatares de dioses y de antepasados prestigiosos.
Palabras de iniciados
En el centro del recorrido, «maestros del desorden contemporáneos» de diferentes culturas vivas aún hoy, interrogados por Bertrand Hell y otros etnólogos, comentan los diferentes temas de la exposición. Fruto de un cuidadoso trabajo de recopilación, su palabra viva y fuerte se presenta en un «Árbol-chamán» cuyas catorce ramas llevan sendas pantallas dedicadas a un área cultural: México (huicholes), Marruecos (gnawa), Tayikistán, Uzbekistán, Líbano, Amazonia, Siberia, etc.
Catarsis
Si el trabajo y el ritmo de los días mantienen el orden del mundo, el desencadenamiento de los cuerpos en la efervescencia de la fiesta es el momento de la suspensión de este orden. Estos excesos son necesarios para la renovación de la naturaleza o de la sociedad; todo lo que existe vuelve entonces a rejuvenecer, y el desgaste de lo sagrado, expresado sobre todo por los tabús y las expiaciones, vuelve a hacerse soportable por medio de estas purgas.
El proyecto escenográfico
El proyecto escenográfico, diseñado por la agencia Jakob+MacFarlane con ocasión de la exposición «Maestros del desorden», dibuja y estructura un gran espacio tubular subdividido en células que presentan los diferentes temas artísticos. Este espacio toma la forma de un sistema en cuyo interior se proyecta el visitante, sumergido y expulsado al final del recorrido. Se trata de una verdadera experimentación e iniciación del público mediante un camino exploratorio. La escenografía subraya los distintos universos, marca el ritmo del descubrimiento de las obras por parte del público y crea una evolución dinámica que conduce y hace avanzar al espectador en un circuito abierto, no fijado en el tiempo ni en el espacio. Es un viaje iniciático que invita al espectador a explorar temáticas variadas y a sufrir en sí mismo una transformación a medida que avanza en el recorrido. Esta mutación se hace posible no solo por el contenido conceptual de la exposición, sino también por la escenografía.